El compositor francés Erik Satie (1866-1925), conocido sobre todo
por dos magistrales colecciones de música para piano, las Gymnopedies y
las Gnosiennes, es considerado el “inventor” de la música ambiental, a
la que denominaba música de mobiliario. Era en el París bohemio de
finales del XIX, cuando se ganaba la vida tocando el piano en Le chat
noir, un cabaret cercano a Montmartre.
Se trataba, según Satie, de música para tocar en
locales donde la gente acudía no para escuchar música sino para cenar o
tomar unas copas en grata compañía, de manera que, sin distraer su
atención, fuera un apoyo a lo que estaban haciendo.
El efecto principal
debía ser como el de un buen vino: sentirse uno a gusto y animado a
charlar distendidamente con los acompañantes, aislado de las otras mesas
por una invisible y grácil barrera de sonido.
El mayor éxito era cuando
el intérprete terminaba de tocar y se alejaba del piano sin que nadie
lo advirtiera.
Hoy en día la música ambiental está presente en casi todas partes: restaurantes, tiendas, supermercados, etc.
La música genera un bienestar emocional en el consumidor. Cuando escuchamos una canción que nos pone de buen humor lo asociamos como algo bueno, lo
que nos hace ponernos contentos en ese mismo momento. El mecanismo es
el mismo cuando hacemos la compra. Si estamos felices, compraremos de forma más compulsiva.
Más información en nuestra Asesoría Musical.
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